El Blog de Malo pa'l Agua

Marzo 22, 2023

[AL Volante] – Ruta 7 – 2da Parte

Filed under: Aircooled,Al Volante,Crónica,Hall of Fame,Kombi,Nota del Autor,Viajeros — malopalagua @ 10:01 pm

Después de 9 días de viajes, en donde nos propusimos recorrer la Carretera Austral, ya nos encontrábamos en Puerto Río Tranquilo, avanzando por caminos de tierra, con una belleza sobrecogedora, y en donde aún sentimos lejano completar “el Sueño”.

Acompáñennos a recorrer con nosotros esta segunda parte de nuestras vacaciones. En donde no estaremos exentos de anécdotas… averigüen si logramos llegar al fin de la Carretera Austral y como fue nuestro retorno.

Día 10
Con un bello día, después de un sueño reparador y con el próximo destino definido, volvimos a la ruta, para disfrutar de esta aventura que con el correr de los días nos asombraba aún más.

Con un tramo de solo 238 kilómetros por recorrer, volvimos a nuestra velocidad acostumbrada, entre curvas, subidas y calamina, bordeamos el lago General Carrera, por su costa oeste, hasta disfrutar del Puente General Carrera.

Siempre en dirección sur, con un constante ruido de latas y el sonido de amortiguación de la Kombi, en caminos poco amables, polvo por doquier, sumando la caída del tacómetro, espejo retrovisor suelto, solo quedaba avanzar intentando evitar los hoyos del camino.

Los paisajes de una belleza sobrecogedora, nos animaba a seguir, hasta realizar una parada obligada en el Lago Bertrand, antesala natural para nuestro próximo atractivo a visitar. A unos cuantos kilómetros volvíamos a hacer una detención obligada, para visitar la Confluencia del Rio Baker y Nef, con un pequeño trecking entre robles que el viento se encargaba de podar y mantener como arbustos, avanzamos hasta encontrarnos con la depresión propia de la erosión de los ríos. Ante nuestros ojos se encontraban dos caudales enormes de colores antagónicos, un lugar que, sin duda, invitaba a contemplar y disfrutar. Fue así como lo que sería una breve parada, se convirtió en un lugar para asombrarnos y buscar los mejores ángulos para fotografiar, tratando de capturar de alguna forma, todo lo majestuoso de sus colores y formas.

Nuevamente sobre caminos de tierra, y con subidas incesantes avanzamos en dirección a Cochrane, volvimos a detenernos para disfrutar de una manada de guanacos, quienes colindantes al camino, se encontraban pastando. Después de tomarnos el tiempo de contemplar y fotografiar, proseguimos por el estrecho camino que se elevaba en forma constante en dirección a Cochrane. Distante a uno 5 kilómetros de la localidad en cuestión, volvíamos a encontrar un sin número de vehículos que nos habían adelantado con anterioridad. La causa, se estaban realizando tronaduras, para corregir el camino y evitar deslizamiento de material en los inviernos venideros. Nuestra espera no fue tan prolongada, ya que, a nuestra llegada, se encontraban realizando la limpieza de tronadura en cuestión. Una vez el flujo vehicular fue restablecido, avanzamos a paso seguro hasta Cochrane con el objetivo de buscar un lugar para almorzar.

Esta vez y en objetivo del tiempo, decidimos buscar algo rápido, con el fin de proseguir cuanto antes, para disfrutar de nuestro próximo destino, el cual se encontraba distante a 127 kilómetros. Con un almuerzo improvisado, volvimos a la ruta, con el agravante de esperas en la salida de Cochrane, debido a trabajos en su camino de acceso sur. Después proseguir por un buen número de kilómetros, contemplar el Lago esmeralda y descender una cuesta, nos detuvimos en el puente sobre el Río Barrancos, estirar la piernas y hacer algunas fotografías fue el motivo principal de esta parada.

Como era parte de la costumbre, proseguimos a paso lento y polvoriento, hasta volver a encontrarnos con la ladera del Río Baker y el cartel que anunciaba el límite comunal de nuestro próximo destino. Abandonábamos de esta forma la Ruta 7, para hacer uso de la X-904, 20 interminables kilómetros, nos brindaron la bienvenida a Caleta Tortel.

Cuando el reloj marcaba las 19:00 horas, por fin arribábamos a Caleta Tortel, buscamos nuestra cabaña, previamente reservada, y comenzamos a mover nuestras pertenencias por sus famosas pasarelas. Como algunos sabrán, Caleta Tortel no posee calles, todo está comunicado por pasarelas peatonales, consiente de esta situación, realizamos la reserva en el borde de arribo a la localidad, logrando de esta forma no tener que mover tanto nuestro enceres y consiguiendo que la Kombi, quedará próxima a la cabaña.

Cercano a las 20:00 horas nos dispusimos a recorrer al menos una parte de sus pasarelas, situación que se prolongó más allá de lo presupuestado, por conversaciones con lugareños y la curiosidad de querer conocer más de este bello paraíso. Nuestro caminar, terminó en la playa, cuando el sol ya se empezaba a despedir.

Retornábamos a la cabaña, con historias, pan amasado y el creciente anhelo de mi hijo menor por ver y capturar alguna ranita, las cuales acompañaban nuestros pasos en la noche. Una rica merienda, nos llevó a nuestras camas, entre el canto de ranas y el sentimiento de estar cada vez más cerca del anhelado “sueño” nos íbamos a descansar para lo que sería un nuevo día de aventuras, amigos y rutas.

Dia 11
Un día despejado nos daba la bienvenida y con ello volvíamos a disfrutar de las pasarelas eternas de Caleta Tortel, deseosos de llevarnos un recuerdo en Ciprés de las Guaitecas, nos dimos a la espera para la apertura de un par de locales con artesanías. Es importante destacar que esta pequeña caleta, debe su desarrollo y poblamiento a la venta de Ciprés de las Guaitecas, el cual en su mayoría, tenía como destino las estancias de Punta Arenas y sus alrededores. Extraído desde las costas del río Baker, transformado en balsas, llegaba a Caleta Tortel, en donde siempre en embarcaciones era transportada a su destino austral, de allí la ausencia de calles y conectividad a través de sus pasarelas, las que por el día de hoy suman la no despreciable medida de 7 kilómetros en total.


Nuestras maletas cargadas, al igual que el estanque de nuestra Kombi, daba la largada para volver a la ruta 7, con la alegría contenida de saber que estábamos cerca de completar el “sueño”.

Solo a 4 kilómetros de abandonar Caleta Tortel, un mochilero solitario nos hizo la parada, deseosos de poder darle un aventón, le preguntamos hacia donde se dirigía, su destino al igual que el nuestro Villa O’higgins.

De esta forma la tripulación volvía a crecer, Richard, sería uno más en esta “parte” de la nuestra aventura. Al volver a conectar con la ruta 7, nos enfrentamos a una cuesta, que volvía a poner a prueba nuestra fiel Kombi, con largos tramos en segunda marcha y maravillados por la naturaleza reinante, avanzamos sorteando los desniveles que nos presentaba el camino, todo ello entre la conversación tímida de Richard. Fue así como llegamos a Puerto Yungay, donde debimos esperar la barcaza, que nos ayudaría a cruzar el fiordo Mitchel, en este lugar, la conversación improvisada, con algunos motociclista y viajeros que también aguardaban la embarcación. Con tiempo a nuestro favor, tuvimos que optar por almorzar unas empanadas con bebidas, a cargo del único local en el sector. Richard por su parte declinó la oferta de una empanada, argumentando que ya no quería comer más masa.

Embarcados en el ferry y con un viaje promedio de una hora, todo fue disfrutar del paisaje, entablar conversación con otros viajeros y esperar el arribo al embarcadero Río Bravo. Desde allí en más, las motocicletas iniciaron un frenético avance, con un sin número de vehículos tras ellos. Nosotros como era costumbre, mantuvimos nuestra velocidad crucero, permitiendo el rebase de buena cantidad de vehículos. Una nueva cuesta, ponía a prueba la tracción, con una detención involuntaria en uno de los ascensos, producto de la cercanía del vehículo que nos antecedía. Sin mayores contratiempos, continuamos avanzando, hasta que el apetito reinante, hizo que mi mujer repartiera duraznos a la tripulación, Richard sin duda fue el más feliz con este tentempié. Siempre por caminos de tierra y con maltrato que esto significaba para la kombi, en un descenso, tuvimos que realizar una parada técnica al sentir que el acelerador no respondía, la situación se pudo corregir debido a que el pasador del pedal se había zafado.

Con una alegría contenida, seguíamos avanzando sabiendo que a cada minuto estábamos más cerca de completar “el sueño”, pero como era de esperar el Salto Collinao, nos hizo detener, para disfrutar de su belleza, tomar un pequeño descanso, o simplemente refrescarse como lo hizo Richard.

El Lago Cisnes, nos recibía cercano a las 17:00 horas, con su belleza austral, para dar paso al Puente Coronel Guillermo Van Schouwen, solo un par de kilómetros y la detención no se hizo esperar, cámara en mano, descendimos de nuestra Kombi, para inmortalizar, el cartel de recepción, “Bienvenidos a Villa O’higgins Fin de la Carretera Austral”.

Lo habíamos logrado, después de dos mil y tantos kilómetros, habíamos alcanzado “el sueño”. Con nuestra reserva en mano, acudimos al lugar de hospedaje, lugar donde nos despedimos de Richard y deseamos buenos deseos para su viaje solitario y aventurero.

Una vez descargada la Kombi, nos dimos a caminar por el centro de Villa O’higgins, sorprendiéndonos con las historias y museo del Padre Ronchi, principal ente social y evangelizador de la localidad. Así mismo, su bella y tranquila Plaza de Armas, en donde destacamos su “Monumento a la Pionera”, conmemoración a todas la mujeres de las primera familias que colonizaron e hicieron patria en este apartado lugar.

La compra de algunos víveres, recorrer sus distintas calles, y por supuesto visitar su local de cerveza artesanal, fueron algunas de las actividades realizadas. Era tiempo de descansar, celebrar en familia esta odisea que difícilmente olvidaremos.

Dia 12

Si bien ya nos encontrábamos en Villa O’higgins, solo 7 kilómetros nos separaban de nuestro hito final. De esta forma volvimos a poner en marcha nuestra Kombi con dirección sur, esta vez el destino Puerto Bahamondes.

Por un camino estrecho, vadeamos el Río Mayer, hasta su desembocadura, para finalmente encontrarnos con el hito que describía el término de la ruta 7. Las fotos, la alegría y hasta el champagne no se hizo esperar.

Con un retorno distendido, realizamos una prolongada parada, solo para disfrutar de la calma y la belleza de la naturaleza en este punto. De esta forma retornábamos a Villa O’higgins, en particular a la oficina de turismo, en pos de recibir un diploma de reconocimiento por haber llegado al final de la Ruta 7, mis hijos, sin duda, los más contentos con dicho galardón. Posterior a ello, nos dirigimos a la tienda de souvenir de “la Turca”, por las poleras que detallaban el trazado por la Ruta 7.

Un sabroso y contundente almuerzo sería el broche para esta distendida jornada, a continuación, y como era de esperar, busque un taller en las inmediaciones, en donde poder conseguir un compresor de aire, todo ello en función de limpiar el filtro de aire y las distintas piezas del motor. Con un par de consultas, datos y recomendaciones, me acerque al taller del amigo Yovan, quien amablemente me facilitó su compresor. Momento que también aproveche de revisar el apriete a los distintos pernos de la homocinética y aplicar wd40 a la chapa de encendido, que presentaba problemas para el giro de la llave. Yoban, no quiso cobrarme por el uso de su compresor, a cambio me pidió que me acercará en la tarde a consumir al café Arte Patagón, acogedor lugar atendido por su mujer.

Sin tiempo que perder, aprovechamos nuestra tarde en familia, realizando el ascenso al mirador de Villa O’higgins, y al retorno, la compra de algún souvenir, en una tienda de artesanías. Cercano a las 18:00 horas nos dirigimos al café Arte Patagón, el cual se encontraba cerrado, una pequeña nota de agradecimiento y un aporte monetario, fueron el mudo testigo para Yovan de nuestra visita.

Más cuando estaba por volver a poner en marcha la Kombi, un ciclista se nos acerca y nos consulta por “como se había portado la Kombi” y si podía sacarle algunas fotografías debido a que conocía nuestro vehículo por las redes sociales, atónito ante esta situación, solo me quedó preguntar antecedentes asociados, al poco andar se presentó como Juan Pablo Monsalvez, oriundo de Temuco y ex-dueño de Kombi, quien actualmente vivía en la región, después de una amena conversación, quedamos cordialmente invitados a visitar su local comercial.

Unas cuantas vueltas más por el pueblo, extrañados de no haber encontrado nuevamente a Richard, retornamos a nuestra cabaña, para pensar y programar el largo retorno. En este punto, vacié la casi totalidad de mi bidón de reserva de gasolina, con la finalidad de alivianar peso en el retorno y la diferencia la suplí con gasolina de la estación de servicio. Situación que lamentaría a futuro…

Dia 13
Con la información de las horas de zarpe de la barcaza, empacamos a tempranas horas, nos despedimos y agradecimos todas las atenciones por parte de los dueños de la cabaña. Iniciábamos de esta forma nuestro lento y constante retorno, con cierta holgura de tiempo, pudimos hacer varias paradas para volver a sacar algunas fotografías y disfrutar por algunos minutos todo lo bello del entorno.

Con el rebase de algunos vehículos proseguimos, hasta realizar una parada en el mismo lugar donde el pedal del acelerador nos hizo detener nuestra marcha en el viaje de ida. Una camioneta blanca nos sobrepasó a alta velocidad, sin darle importancia. Entendíamos que la barcaza, tenía una hora de salida programada, pero no veíamos el porqué de tanta prisa. En nuestro avance un par de vehículos también nos rebasó, cercano a la hora de embarcarse, con 15 minutos para marcar las 11:00 horas, llegamos al embarcadero Rio Bravo, en donde una larga fila de vehículos nos antecedía, entre ellos un bus y un camión con acoplado, situación que me llevó a pensar que tendríamos que esperar el retorno de la barcaza, para lograr embarcarnos.

Solo tres vehículos más adelante nuestro, se encontraba la dichosa camioneta blanca, de la cual descendió Richard, para venir a saludarnos y compartir sus galletas, con el asombro del reencuentro compartimos algunas vivencias y consultamos donde se había alojado y cuál sería su próximo destino. Los vehículos uno a uno, fueron realizando el ascenso a la barcaza, quedando el vehículo que nos antecedía y nuestra Kombi, abajo de dicho viaje. Richard, lograba embarcarse y se despedía nuevamente de nosotros.

Con dos horas de espera, aprovechamos de recorrer el lugar, tirar piedras al agua, hasta que el canto de las ranas nos llevó a tratar de encontrar alguna entre los musgos en un paredón. Como era de esperar, el más entusiasta fue mi hijo Alen, quien después de algún tiempo, fue recompensado gracias a su paciencia y observación. El anhelo de encontrar y tomar una ranita fue toda una alegría multiplicada por dos, ya que si bien, había logrado observar, capturar y volver a su hábitat a una ranita moteada, al poco andar pudo encontrar un segundo espécimen. Mientras en lo alto un cóndor, nos anunciaba que la barcaza, llegaba para nuestro arribo.

Conversaciones distendidas, marcaban nuestra navegación, para luego desembarcar y proseguir con nuestro avance constante desde Puerto Yungay al norte, en donde y con el tiempo a nuestro favor, pudimos observar la vegetación y grandes quebradas que acompañaban el camino, ahora entendíamos porque Richard en nuestro camino de ida iba tan silente.

20 kilómetros al norte de la intersección hacia Caleta Tortel, nos cobrábamos la palabra y hacíamos nuestra detención en el Almacén y Cafetería Eco Austral, si bien Juan Pablo, no se encontraba, este había llamado a su esposa Danitza, para avisarle que pasaríamos a degustar de sus ricos productos. Entre conversación y unas exquisitas sopaipillas con mermelada casera, Danitza nos contó de su forma de vida, sus viajes en su ex-kombi, y la proyección a futuro de este, su pequeño paraíso austral.

Con la guatita llena, volvíamos de esta forma a la ruta, con un par de datos para conseguir mermeladas con sabores propios de este lugar de Chile. Con una suerte de despreocupación, avanzamos siempre en dirección norte, hasta nuestra próxima parada, la casa de Don Arturo y Luzmira, después de una charla agradable, mi mujer conseguía su mermelada de Ruibarbo, luego una segunda parada una mermelada, fue el toque dulce que el viaje necesitaba.

Cercano a las 18:00 horas hacíamos arribo a la ciudad de Cochrane, lugar donde pernoctaríamos y repondríamos energías, después de algunos llamados infértiles, nos dimos a la tarea de recorrer sus calles en busca de hospedaje. Sin mayor expectativa, logramos arrendar una cabaña, que, si bien distaba mucho de los últimos lugares donde habíamos pernoctado, en cuanto a calidad y precio, terminamos por aceptar y disfrutar la tarde.

Una pequeña caminata por el centro cívico de la ciudad nos llevó a recorrer el parque aledaño al Mercado Municipal, lugar ideal para disfrutar de la vista del río Cohrane y la sombra de algunos de sus árboles. El sonido de un ave, alerto mi cámara, para tener uno de esos momentos dignos de recordar, un Martín Pescador con su vuelo rasante se dispuso a ser nuestro modelo sobre una rama aledaña, situación que disfrutamos con el respeto que se merecía, hasta abandonar el lugar dejándole toda su cota de caza a su libre elección.

La compra de algunos víveres marcó nuestro retorno a casa, para encontrarnos con la sorpresa, que a la entrada de la cabaña se encontraba Richard, en efecto, el mismo Richard con el que habíamos compartido la alegría de finalizar nuestra ruta. Al preguntar que hacía allí, nos comentó que él se estaba hospedando allí, lo hizo en su viaje de ida, por lo cual no se complicó en su retorno y volvió al mismo lugar.

Cordialmente, le dejamos invitar para compartir unas cervezas, sin embargo, nos comentó que primero debía hacer algunos trabajos para la dueña del recinto, ya que esta una forma de amortizar sus gastos de hospedaje. Entrada la noche, Richard, compartía nuestra mesa en medio de grata conversación, destinos, rutas, proyecciones y anécdotas fueron el telón de fondo para este largo día.

Día 14

El día iniciaba con el empaque de nuestras cosas y la sonrisa siempre amable de Richard, quien se encontraba haciendo mantención a la grifería, si bien su plan era continuar a Ushuaia, vía Chile Chico, nos confidenció que se quedaría un par de días más para ayudar a la dueña de la hostal.

Después de poner en marcha nuestra Kombi y despedirnos como corresponde, en especial de Richard, nos dirigimos al Mercado Municipal, en busca de algunos recuerdos. Sin mayores contratiempos volvimos a la ruta, para encontrarnos con un taco, debido a arreglos en el camino. Cuando este se liberó, el polvo de los vehículos que nos antecedían, nublo por completo nuestra visibilidad, situación que solucionamos dando ventaja a nuestros antecesores.

Volvíamos a detenernos en la confluencia del río Baker con el río Chacabuco, para despedirnos de los guanacos, que esta vez se encontraban sobre las colinas, siempre con nuestro avance pausado, la siguiente gran detención fue en el Lago Bertrand, en donde hasta nos dimos el gusto de refrescar nuestros pies. Nuevamente en ruta, volvíamos a bordear el lago General Carrera, con el sonido incesante de nuestra Kombi, por lo maltrecho del camino, llegamos a Puerto Río Tranquilo, lugar, en donde además de disfrutar de un rico almuerzo, tuvimos nuestro tiempo de distención en la orilla del lago.

Con una sobremesa relajada, reiniciamos nuestro avance, disfrutando cada kilómetro en dirección norte, si bien sentimos que el camino que bordeaba Rio Ibañez, estaba en mejores condiciones que en nuestro camino de ida, debido al paso de maquinaria, seguíamos sintiendo el sonido incesante y polvo como había sido la tónica en los últimos días. Esta vez, los contornos de los cerros presentaban una nubosidad poco habitual, esto debido a ráfagas de viento que levantaban la tierra de sus laderas. Con viento de cola, nuestra Kombi mantuvo un avance relajado y constante, hasta volver a pisar el pavimento en nuestro arribo al Mirador Confluencia. Lugar en donde disfrutamos del viento y la alegría de dejar atrás los largos tramos de tierra ya recorridos.

En nuestro avance hacia el siguiente destino, Villa Cerro Castillo, nos encontramos con una Fiesta Costumbrista, si bien nos detuvimos, para hacer ingreso, nos encontramos con la sorpresa que las famosas “Jineteadas” ya habían terminado y solo quedaban algunas carreras a la chilena y por supuesto el baile. Tristes por la situación, seguimos en dirección a Cerro Castillo, con el objetivo de buscar alojamiento, situación que se volvería algo compleja, debido a la afluencia de visitantes por ese fin de semana.

Luego de encontrar un lugar para pasar la noche, nos dimos a la tarea de recorrer Villa Cerro Castillo, y buscar algunos víveres para disfrutar de una merecida merienda. El hospedaje en cuestión tenía una cocina compartida, situación que nos hizo compartir el espacio con un par de paramédicos a quienes desarrollaban labores en la fiesta costumbrista, de esta forma nuestra charla se extendió, a tal punto que cercano a las 22:00 horas, también se nos sumaban los dueños del hospedaje.

Aprovechando el wifi disponible en la cabaña y después de haber perdido la noción del tiempo, debido a nuestra extensa conversación, intente contactar a los dueños de “Palomita Ester”, un par de jóvenes que viven y recorren estos hermosos parajes en su ya mítica Kombi. Con una conversación a ratos trabada, nos informaron que se encontrarían en la fiesta costumbrista al día siguiente.

Dia 15
El día se presentaba con grandes desafíos, hacer ruta, conocer Puerto Aysén, visitar a Esteban G, en nuestro paso por Coyhaique, para finalizar en Puyuhuapi. Todo ello despues de ir a visitar y saludar a nuestros amigos de “Palomita Ester”.

Cercano a las 10:00 nos presentamos en el recinto de la fiesta costumbrista, en donde después de esperar que nuestros amigos montaran su emprendimiento, pudimos compartir una breve charla y aprovechar de comprar algunos recuerdos, esperando que esta primera venta del día, fuera el inicio de un gran día para ellos. Colmados de buenos deseos nos hicimos a la ruta, atrás quedaba Villa Cerro Castillo, su gente y su belleza coronada por los altos macizos que le dan su nombre.

La cuesta Cerro Castillo, no fue obstáculo para nuestro avance, hasta el arribo al Parque Cerro Castillo, como era de esperar y con la esperanza de un nuevo avistamiento de huemules, cruzamos el parque a velocidad moderada, considerando que siempre íbamos en descenso. La hora por su parte ya nos jugaba en contra, para todo lo trazado, aun cuando no perdíamos la esperanza de poder llegar a todos los destinos.

En la entrada norte del Parque, nos volvíamos a encontrar con una Kombi, esta vez a orillas del camino, imposible no detenerse para saludar. De esta forma conocíamos a Felipe y su Kombi “Libertad”, la situación no era para nada alentadora, humo negro en la salida del escape, pérdida de fuerza, era la razón por la cual Felipe, se había detenido en este tramo de ascenso constante, luego de consultar cuál era su destino, no quedo más que vestir el overall y ayudar a uno de nuestros.

Cambio de correa de alternador, puesta a punto “manual” y carburación, fueron algunos de los ajustes con los que intervinimos a “Libertad”, esta tomaba un nuevo aire, su vuelta a la ruta era inminente y con ello el sueño de Felipe de seguir avanzando hacia su destino. Con algunos consejos de manejo de marchas y aceleración de la Kombi, en el ascenso que se venía nos despedíamos de Felipe y de nuestro anhelo de visitar a Esteban y llegar a almorzar a Puerto Aysén. Pero con la felicidad de ayudar y permitir a otros seguir soñando.

Cerca del sector El Blanco, hicimos la parada para darle un aventón a Don Juan, quien se dirigía a Coyhaique. Una vez en la ciudad pudimos disfrutar de un almuerzo, que tomó más tiempo del presupuestado, nos alejábamos con la deuda de visitar a Esteban, pero en el fondo sabíamos que entendería nuestras razones, cuando nos disculpáramos.

En la intersección a Puerto Aysén, solo miramos hacia el futuro, con la promesa de volver y continuamos en dirección a Villa Mañihuales, con algunas detenciones esporádicas para inmortalizar las bellas postales que nos ofrecía esta parte de la Carretera Austral. Siempre contra el tiempo, proseguimos nuestro avance dejando atrás Villa Mañihuales y luego Villa Amengual, para volver a enfrentarnos a la Cuesta Queulat, aun cuando esta vez el ascenso fue menos esforzado, el descenso fue de todo nuestro agrado, realizando algunas capturas y videos de lo bello de esta parte de la ruta.

Nuestro destino estaba solo a kilómetros y nuestro estanque de gasolina nos recordaban que debíamos repostar gasolina. Una vez en Puyuhuapi, desempacamos nuestras pertenencias, nuevamente en las cabañas de Mama Pasca, para iniciar una nueva aventura, la sorpresa que la bomba de servicio solo expendía Diesel y que el próximo suministro se encontraba distante a 40 kilómetros. Esto nos llevó a cargar vaciar los 3 litros aproximados de gasolina, desde el bidón de reserva a la Kombi e iniciar el viaje hacia la junta en busca de gasolina.

Cercano a las 21:00 horas inicie el viaje con dirección norte, las distancias parecían inagotables, la señal del celular inexistente, el flujo vehicular casi nulo, las viviendas distantes a kilómetros entre unas y otras, mientras nuestra Kombi avanzaba en la oscuridad entre curvas, ascensos y descensos. Cuando el reloj marcaba las 21:45 horas, las primeras luces de la localidad La Junta, nos llenaba de alegría, de esta forma, logré llegar a la estación de servicio, en donde, pude volver a cargar el estanque. 44,5 litros fue la carga total, situación que me llevó a pensar que la capacidad máxima corresponde a 45 o 46 litros. El retorno pausado, en la oscuridad, me llevó nuevamente a Puyuhuapi, para disfrutar de una merienda y el descanso necesario, había sido un largo día, más allá de lo pronosticado.

Dia 16
Mientras yo vivía mi propia aventura en busca de gasolina, mi mujer logró coordinar la reserva en las Termas del Ventisquero, por ende, respetando la hora de reserva, nos dirigimos a disfrutar de una mañana en aguas temperadas. Las Termas en efecto, se encuentran a orillas del fiordo, lo que presentaba un doble atractivo, bañarse en las tranquilas aguas de esta parte del mar o disfrutar de las aguas termales en sus piscinas. Aprovechando hasta el último minuto, disfrutamos de esta merecida recompensa en nuestro retorno.

Con nuestras pertenencias cargadas sobre nuestra Kombi, iniciamos ruta con destino al norte, para realizar nuestra primera parada en La Junta, con la idea de almorzar. Residencial Teresita, fue nuevamente el lugar donde reponer energías de la mejor forma. Nuestro camino prosiguió con destino a Chaitén, dejando atrás Villa Santa Lucía, superamos la cuesta Moraga, con la confianza de conocer su elevación, solo quedaba disfrutar su remontada, los puentes sobre el río Yelcho y río Michimahuida, con sus aguas encantadas de turquesa, nos vieron avanzar para llegar a Chaitén, en específico al sector el Amarillo. Lugar donde también se asienta una parte del Parque Pumalin.

Luego de registrarnos en Conaf, entramos al parque para realizar el sendero “Ranita de Darwin”, como era de esperar, la esperanza de realizar un avistamiento a este anuro, se diluyo en cuanto iniciamos la caminata, la falta de humedad en el bosque, nos indicaba que no sería posible. Disfrutando el avance sobre el bosque con la tranquilidad de ser los únicos visitantes a estas horas de la tarde. Nuestro silencio y respeto al caminar por el bosque, nos volvía a recompensar, el encuentro con 3 carpinteros, esto nos hizo detener nuestro paso, para admirar, fotografiar y deleitarnos con tan bellas aves. El canto de ranas nos acompañó en los tramos más húmedos, sin embargo, su croar no era el sonido de la ranita de Darwin. El sendero llegó a su fin, al igual que nuestra visita a esta parte del Parque Pumalín.

Llegábamos a Chaitén cercano a las 20:30 horas, a lo que sería nuestra nueva cabaña. Una hermosa casa nos esperaba con amplios espacios y un acogedor interior.

Dia 17
Con un bello día, ropa cómoda, zapatillas y la Cámara con carga completa, volvimos a adentrarnos al Parque Pumalín, en su sector norte, esta vez el sendero elegido fue el “Sendero de los Alerces”, un pequeño sendero en el cual su principal atractivo corresponde a una treintena de Alerces, ya en los primeros pasos, mi hijo mayor nos alertó ante un pitio o carpinterito, para luego empezar a maravillarnos con estos gigantes milenarios. Solo podemos expresar la calma y tranquilidad que transmiten estos bellos árboles, que nos lleva a pensar en su futuro y conservación, la cual resulta una ironía, para estos gigantes que ha visto pasar generaciones enteras.

Confiados en la reserva del estanque de nuestra Kombi, aprovechamos nuestro retorno, adentrándonos en un nuevo sendero del Parque, nos referimos al “Sendero de interpretación”, ubicado en el sector de camping el Volcán, posterior al registro, los guardaparques nos entregaron una guía de la Flora en el sendero, la que se encuentra identificada por totems con números que se ven reflejados en dicha guía, con información asociada a líquenes, helechos, enredaderas o árboles. Bajo mi punto de vista, este sendero es imperdible, por toda la información de la flora que podemos encontrar en los distintos parques de la Carretera Austral. Como era de esperar nuestro amigo el Chucao, volvía a saludarnos, mientras recorríamos el angosto sendero. Al terminar el recorrido, y empezar hacer abandono, nos encontramos con el gran descampado, que forma el camping, antiguo aserradero y que fue una de las primeras adquisiciones de Douglas Tompkins en pro de la conservación.

Apurando el tranco, abandonamos el Parque y volvimos a la ruta 7 en dirección a Chaitén, con la aguja del marcador de gasolina clavada en la dirección de vacío, cada metro avanzado, era una distancia ganada, a 7 kilómetros de nuestro destino y posterior a superar Santa Barbara, la Kombi tastabillo en su avance, el estanque se encontraba totalmente vacío. Luego de estacionar y colocar el cono de la “vergüenza”, estanque en mano, me dispuse a hacer dedo hasta Chaitén por gasolina, 5 minutos y ya estaba en rumbo de la gasolinera, conversación amena y solidaridad a toda prueba. Luego de cargar 10 litros, y caminar hacia las afuera del pueblo, un nuevo aventón nos llevó a nuestra Kombi, donde pudimos cargar combustible y volver a Chaitén para llenar el estanque. Aprovechando el tiempo, nos dimos a la tarea de recorrer Chaitén sur, sector que todavía evidencia el paso del alud, producto de la erupción del volcán Chaitén por allá por el año 2008. Así mismo realizamos un pequeño ascenso al mirador Chaitén, desde donde pudimos tener una visión amplia de Chaitén en su totalidad.

Volviamos a nuestra cabaña, y nos aprestabamos para el retorno a Puerto Montt.

Dia 18
Considerando las alternativas de barcazas existente por esos días, elegimos la que nos llevaría desde Chaitén a Puerto Montt, un viaje de 8 horas, que sin duda le daría un descanso a la Kombi y también a la tripulación. Cuando el reloj marcaba las 9:00 am, empacamos nuestras pertenencias, para despedirnos de la dueña de la cabaña, quien nos sorprendió gratamente con el regalo de un Notro. De esta forma nos fuimos a realizar la fila para embarcarnos.

La barcaza, con un notable atraso, hizo subir los vehículos mientras un trio de toninas, despedía a los visitantes. Cuando el reloj marcaba las 11:30, el gigante de acero se puso en marcha. Solo bastó, que los vehículos fueran alineados, para que sus ocupantes se agolparan en los asientos y por supuesto en el casino del transbordador. Esperando que el flujo de clientes bajara y pensando que el almuerzo sería en este lugar, nos dispusimos a realizar la compra de todo lo necesario. Cuando nuestra mesa se encontraba con las elecciones de cada integrante de la familia, logré reconocer a un amigo quien estaba pagando un café. Al pronunciar su apellido, este miró atónito sin reconocer quien le llamaba.

Sergio Von Knorring, un antiguo compañero de trabajo se acercó y después de quitarme los lentes y jockey, logró reconocerme. Desde allí en más, luego de la presentación de mi familia, la charla se hizo constante. Ante una conversación diversa, un par de consultas, fueron piedra angular de la plática.

  • Tu no tenías una Kombi ?
  • Si po’
  • Y no me digas que andas en ella ?
  • Si po’
  • Yo vi una blanca en panne en Puerto Cisnes… ?
  • Nootros po’
  • Noooo, weón, yo caché cuando estabas en panne, y mi suegro paso a hablar con uds.

Con esta peculiar conversa, riéndonos de como el destino teje sus redes, nos sorprendíamos de volvernos a encontrar en un lugar remoto como este y el que hayan estado sus suegros hablando con mi mujer, mientras yo estaba bajo la Kombi. Sergio, por su parte, volvía en su vehículo con destino a Viña del Mar, y su familia, había viajado en avión el día anterior. Por lo cual el solo, esperaba matar el día viajando en solitario en la barcaza.

El proyecto de una residencial en Puerto Cisnes de propiedad de la familia, lo había tenido por casi un mes, realizando diversas labores de reparación y construcción, que sus manos denotaban, con el encanto de la vida, la conversación en todo momento fue realmente grata. Proyectos, ideas, planos, desafíos, invitaciones, filosofía de vida, antiguos compañeros de trabajo, fueron algunos de los temas tratados durante nuestra conversación. A esta altura, tanto mi mujer y mis hijos se fueron sumando a la conversación, para así olvidar el tedio de un viaje lento por el mar. Mis hijos por su parte ya habían hecho un nuevo amigo perruno, desconocemos el cómo y el donde, pero sobre la cabina y terraza, se encontraba un perro que por lo visto no tenía dueño que lo reclamase, situación que mis hijos aprovecharon, para “adoptarlo” durante el viaje.

Cercano a las 20:00 horas, recalábamos en Puerto Montt, con ello me despedía de Sergio, mientras mis hijos de su can amigo. Bajando de la barcaza, la Kombi, nuevamente se ponía en movimiento, siempre en dirección norte, para volver a recorrer kilómetros hacia nuestro nuevo destino.

Osorno, esta vez nos vio llegar cercano a las 22:00 horas, una nueva residencia, sería el lugar para descansar y pensar en nuestro regreso a casa.

Día 19
Considerando los incendios forestales reinantes entre las regiones del Maule y la Araucanía y los eventuales atochamientos si algún siniestro llegaba a la carretera, el plan fue simple, no planificaríamos nuestro próximo destino. La idea sería avanzar hasta donde pudiésemos y allí tomar la decisión del lugar a pernoctar, decisión que no sonó tan descabellada, considerando lo improbable de llegar a casa en el día.

De esta forma a las 10:00 horas, volvíamos a ponernos en movimiento, confiando el lento pero contante avance de nuestra Kombi, recarga de combustible cuando se necesitase y por supuesto la detención a almorzar en Collupulli, marcaron los hitos para detenernos. En la medida que la hora avanzaba, las ciudades y pueblos iban quedando atrás, mientras nos encontrábamos con pequeños focos de incendios, así como un sol teñido de rojo por el humo reinante en la zona.

Cuando la luz de sol empezó a decaer y el cansancio pasaba la cuenta, ya nos encontrábamos en Talca, lo que nos hizo convencernos que podríamos llegar a casa. Después de lo que sería la última carga de combustible, volvimos a detenernos a la altura de Rancagua para disfrutar de un siempre apetecible completo o churrasco en el caso de mis hijos.

Cuando el reloj empezaba a anunciar el nuevo día, estacionábamos la Kombi, en nuestra casa. Felices y demasiado cansados como para dimensionar toda la aventura que habíamos vivido en estos 19 días de viaje.
















El día después
No podemos finalizar esta crónica sin pensar en los litros de gasolina, 4652 kilómetros, y por supuesto las cinco mil y algo de fotografías, quedarán solo como una estadística y en nuestro recuerdo el verdadero valor de este hermoso viaje, con las angustias propias de enfrentarse a lo desconocido, la incertidumbre de llegar a final del destino, enfrentarse a un clima cambiante que nos podría haber pasado momentos poco gratos, y por supuesto la consulta constante… llegará la Kombi??.

Ante todo, lo desconocido y angustiante que antes pude describir, solo podemos reconocer la enorme calidad humana de todas las personas que conocimos y con las que tuvimos la oportunidad de compartir, que, sin duda, fueron el aliciente perfecto para seguir avanzando y sentir la confianza de sentirte en casa en todo momento. Una característica, que inunda y contagia. Es increíble sentir que personas que día a día hacen patria en lugares de difícil acceso, con un nivel aislamiento alto, conservan en su esencia lo mejor de los seres humanos, confirmando de una u otra manera, que las grandes metrópolis, nos llena de tecnología, comodidad, pero no necesariamente nos hace ser mejores personas. Para todos ellos vayan mis reconocimientos y gratitud.

Hoy al revisar algunas fotografías, todo lo vivido parece irreal, en primera instancia por haber sido un anhelo personal que por mucho tiempo estuvo esperando por concretarse y como segunda reflexión el haber podido realizar este viaje junto a los míos, quienes son el apoyo incondicional e incansable para llevar a cabo este tipo de empresas.

Es cierto, Arica fue el primer gran hito de nuestras aventuras y Villa O’higgins el complemento perfecto para entender que este país es maravillo y que merece ser recorrido, ¿¿que se nos viene ahora ??… la verdad lo desconozco, pero espero con ansias volver a la ruta, para volver a ser un viajero y en ningún caso un turista…..



Si te perdiste la primera parte… puedes revisarla acá

2 comentarios »

  1. […] Continuará…..Si quieres saber como terminó esta aventura, click acá […]

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    Pingback por [AL Volante] – Ruta 7 | El Blog de Malo pa'l Agua — Marzo 24, 2023 @ 5:29 pm | Responder

  2. Excelente crónica . Es como haber viajado con ustedes. Muy buenas fotos y la contagiante alegria de tu familia ¿qué mejor?
    Felicidades y gracias por tomarte el tiempo de escribir tanto , sólo para compartir.
    SBKR

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    Comentario por Sbkr — Abril 5, 2023 @ 1:15 am | Responder


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